Testimonio de Margarita Damiani, Montevideo

Papá fue bautizado el 13 de enero de 1894, en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen (Cordón) por el presbítero don José Apólito, teniente cura de dicha parroquia.
Sus primeros estudios los realizo en Los Salesianos de la calle Mercedes (Hoy Juan XXIII) los maestros lo recordaban como un niño bueno y piadoso.
A los 10 años cantaba todas las lamentaciones en latín en las largas ceremonias de Semana Santa en la parroquia de Santa Lucia (por estar de párroco su hermana en dicha Iglesia).
Papá nunca dejo de practicar, tuvo siempre una Fe sincera.
Conoció y tuvo relación con Papas, Monseñores del Vaticano, como con santos sacerdotes como Monseñor Camacho, Padre Pío, Don Orione, etc.
Una cosa que me decía siempre que rezaba al niño Jesús de Praga (que todavía esta en un altar lateral de los Carmelitas) por la salud de su nieta Ana María.
En 1924 papá conoció al Padre Pío, por intermedio de su hermano Fernando.
El Padre Pío de Pietralcina sacerdote estigmatizado durante 50 años, único en la historia de la Iglesia, vivía en San Giovanni Rottondo, Italia, con él tuvo una entrañable amistad que duró toda su vida (1924-1962).

Contaba papá que la primera vez que lo vio quiso confesarse con él y cual no sería su sorpresa que sin él abrir la boca, el Padre le dijo toda su vida. El Padre era muy vidente, nada se podía ocultar frente a él.
En ese mismo viaje papá pasó en una ocasión frente a su celda y vio pañuelos ensangrentados, entonces sigilosamente entró y saco uno, pensando en tenerlo de reliquia. Al decirle a su hermano Fernando lo que había hecho, éste le dio un buen rezongo y le pidió que se lo mostrara, cual no sería su sorpresa cuando desenvolvió el paquete y no se encontraba pañuelo alguno.
A los 2 años papá volvió, entonces el Padre pío en cuanto lo vio le dijo: “Víctor las cosas no se sacan, se piden” y entonces ahí le dio un pañuelo ensangrentado de él, que es la reliquia que yo tengo de papá en la actualidad.
Papá siempre paraba en el Convento de los Capuchinos, cosa que también fue un privilegio, ya que pudo observar bien de adentro lo que allí pasaba.
En otra visita que como dije papá nunca faltaba en sus viajes a Italia la ida a San Giovanni, casi cuando estaba por partir el Padre le dijo: “No, tu no te vas” “padre, le dijo papá, no tengo más remedio que irme, tengo un contrato firmado que tengo que cumplir”. “No, le dijo el padre, quédate aquí con nosotros”; Entonces papá, que confiaba totalmente en él le (Pág. 10) dijo: «Bueno padre si UD. Me lo pide me quedo» En esos días estallo la guerra y fue cancelado el contrato.
Otra cosa que hacia siempre papá en el convento era cantarle alguna canción a la Virgen, se iban los dos solos al coro alto y allí el Padre hincado escuchaba con gran deleite. Como también papá aprovechaba para dar algún concierto para beneficio de las obras del hospital “Sollievo Della Soferenza” que esos años comenzaba su construcción. Yo tengo muy gratos recuerdos de esos momentos, ver al P. Pío sentado en primera fila con gran felicidad, pienso que esas horas fueron las pocas expansiones que tuvo en su sacrificada vida.
Un día estando allí y teniendo que cantar, papá no se sentía bien, tenía un fuerte dolor de cabeza, buscaron al Padre por todas partes y no lo pudieron encontrar, ya casi en el momento de empezar, aparece el Padre con su andar lento, propio de él por las llagas de los pies, cuando papá lo vio lo inundo un perfume a flores (cosa que a papá le pasó muchas veces en su vida como afirmación de la presencia del Padre) y se le pasó al momento el dolor de cabeza y papá se lo comento a él y él le contesto “Si ahora el dolor de cabeza me vino a mi”.
Papá también llego a ver la celda del P. Pío con las paredes sucias como de una tinta negra, de las luchas que el padre tenía con los demonios, hasta pudo observarlo en el comedor y ver lo poquito que se alimentaba, se decía que su alimento era solo con la Eucaristía.
Ahora en la actualidad he leído que médicos han dicho que ninguna persona puede vivir en las condiciones que él lo hacía, con la gran pérdida de sangre que tenía, con lo poco que comía u oyendo siempre problemas y angustias de la gente que se confiaba a él.
Aquí voy a intercalar unos párrafos del libro llamado “Padre Pío el estigmatizado” de Francisco Napolitano.
“…Tenía debilidad por los cantantes famosos. De sus ojos y por la atención con que escuchaba parecía que gozase de un pedazo de Paraíso.
Después de su ultima función vespertina en la iglesia, en un instante se saco la estola y sin escuchar a ninguno, si bien la sacristía estuviese lleno de hombres para confesar, corrió al coro por que allí estaba el famoso barítono Víctor Damiani que había venido de Montevideo por él y debía cantar “Ave Dolente” del Padre Ludovico de San Marcos en Lamis.” Para confirmar el cariño que el P. Pío tuvo por papá transcribo una carta que le escribiera en los primeros tiempos de su amistad.
“Mi querido Víctor: recordado siempre con mucho placer, te agradezco tus cantos preciosos, en nombre de dulce Jesús. Gracias, gracias infinitas te doy, tu con tu señora están siempre presentes en mis oraciones. Siempre le rezo a El para que te socorra y te de suerte. Fernando (el hermano) ha estado aquí por algunos días y en la conversación hablamos seguido de i querido Víctor. Oh, que felices hubiéramos sido si te hubiéramos tenido en (Pág. 11) medio de nosotros algunos día, pero la felicidad no le es concedida a los míseros mortales mientras vivamos en el exilio. Nos volveremos a ver cuando Jesús quiera, esperemos que sea pronto. Saludos a tu señora. El Padre Guardián retribuye tus saludos y te hace saber que la celda está siempre abierta para ti. Te abraza con fraterno afecto y te bendigo con él corazón. Padre Pío.”
Papá no era un gran rezador, contaba un día que en una de sus visitas al Padre Pío, le llevo su rosarito de plata para que se lo bendijera, y el Padre con gran videncia le contesto:”Para que quieres que te lo bendiga si tu no lo rezas nunca”. Papá quedó muy avergonzado, por que era la realidad; a partir de ese momento lo rezó siempre.
Cuando papá llegaba al teatro y entraba en su camarín para trucarse, lo primero que ponía en la mesa con las pinturas y pelucas era el retrato del P.
Pío y el de su madre, ellos siempre presidían sus funciones, pero papá supo responder a esa confianza siendo siempre testimonio de su vida cristiana en unión con su Dios.
Una vez estando yo en el camarín con él, llegaron dos bailarinas, estas pidieron para entrar, papá quedo extrañado, y ellas entonces dijeron “Parece que estando aquí somos más buenas”, hoy en día creo es inentendible, yo también entonces me lleve una sorpresa y me embargo una gran admiración verificar la autenticidad de su testimonio, que sin hablar, solo con actitudes, hacía que Dios estuviera presente en el lugar, no por cierto muy místico como el camarín de un teatro.
Los triunfos que obtenía no eran motivo de vanidad para papá. Acabados los últimos rumores de la sala de teatro, papá buscaba a su familia y regresaba a su casa feliz sin importarle demasiado los agasajos.
El domingo 28 de enero de 1962 a la edad de 68 años papá realizaba un concierto en un teatrito al aire libre en Cerro Colorado que había mandado hacer su amigo Alberto Gallinal para realizar actos culturales para la gente de dicho lugar.
Papá ese día se levantó temprano y se fue a confesar y a comulgar en la misa dominical, que nunca faltaba, después salió con todos los discípulos al establecimiento de San Pedro de Timote; y de allí al atardecer se realizaría el concierto con la participación de todos sus discípulos y al final cerraría papá el acto cantando la romanza de Andrea Chenier “Nemico de la Patria” Al final de la romanza debía decir “En un solo abrazo a todo el mundo amar” Agradeció al pianista y cayó muerto, gran final de su vida y de su arte.
Da para pensar que papá que había recibido los elogios de un Toscanini, de Fritz Buch, de Gino Marinuzzi etc., que había sido condecorado por la alcaldesa de Santiago de Chile, que había actuado para reyes, iba eufórico a deleitar a un reducido auditorio rural en un rincón de este Uruguay que él tanto amó.

(Pág. 12) Al mes de fallecido papá, mamá escribió al Padre Pío para comunicarle la noticia. Enseguida recibimos la consoladora contestación: “El Padre dice que sintió un golpe en su corazón de sentir que su amado amigo hubiera muerto y en sentir sus palabras que ya estaba en el cielo alabando a su Dios. El Padre dice que el reza por ustedes y que deben sentir conformidad en pensar que aquella alma bella está delante de la mirada de Dios”
No puedo dejar de narrar algo curioso que también nos paso. A los pocos años de su fallecimiento, mirando un día un álbum de fotos del Padre Pío que las obtuve allí en San Giovanni, la foto con la mano llagada del Padre estaba manchada de sangre y en la mancha se ve el rostro de papá. Esto lo descubrió un día Jorge (mi hermano) que me pidió el álbum para ver las fotos.
Quedamos sin palabras, agradeciendo esta nueva gracia que por intermedio del Padre Pío Dios nos regalaba.
Termino con una frase que escribió una de sus más queridas discípulas Marta Sánchez:

“SU CRISTIANISMO TRASCENDIO HASTA SU ARTE, VIVA LECCIÓN DE AMOR, DE VERDAD Y DE FÉ, ORACIÓN DE TODA SU EXISTENCIA, POR LA BELLEZA.”