El Padre Pío nuestro guía espiritual
Estoy pagando una deuda que moralmente debía saldar hace muchos años, deuda de amor y gratitud hacia este santo sacerdote que me enseño la misericordia y el amor de Dios en mis momentos de angustia, soledad y dolor, regalándome la esperanza y la fe, así como la presencia de un Padre Dios, que nunca me dejaría.
(La carta, fechada en agosto de 1995, consta de 8 folios escritos a máquina, a lo largo de los cuales la firmante cuenta los episodios más salientes en los que ha experimentado la protección del Padre Pío durante sus 49 años de matrimonio. En la imposibilidad de publicar el texto, resumimos-
-dificultades económicas para mantener una familia con seis hijos, aumentados improvisamente con otros cinco, hijos de una hermana difunta.
-curación del hijo menor sin una operación que los médicos consideraban necesaria y urgente.
-curación de la hija Cecilia, afectada de parálisis facial.
-otro hijo, Víctor Hugo, ya casado, afectado por una trombosis y trasladado urgentemente a Estados Unidos, afirma haber recibido la visita del padre Pío y se recupera sin consecuencias.
-recuperación de su esposo, Víctor Manuel, que ha sufrido dos infartos.
La devoción de la lectora –y de toda su familia- al Padre Pío y su actitud ante la vida quedan reflejados en los párrafos que siguen)
Cada día que pasaba mi familia y yo nos sentíamos acompañados por aquella presencia que se hacía viva y es que el Padre Pío se convirtió en guía espiritual y orientador de nuestras vidas, bajo su inspiración crecieron mis hijos y fue su protección la que nos dio seguridad.
Ya es tiempo de sonreír, la vida es generosa, las metas están cumplidas, la recompensa la tengo en mis nietos, mi vida toda me premia de mis afanes, sólo me resta amar y dejarme amar y esperar el momento en el que, como todos los cristianos, deje con alegría esta vida transitoria para alcanzar la plenitud del amor de Dios.
Mercedes Salsa de Méndez
San José