Cuando era niño padecí una extraña enfermedad, ésta comenzó a detectarse cuando yo tenía cinco o seis años. A partir de ese momento, mis padres comenzaron a llevarme a distintos médicos sin que estos pudieran detectar la causa exacta del origen.

Tenía problemas hepáticos, hacía retención de líquidos acumulados en mi vientre etc., y ello provocaba un mal desarrollo en mi crecimiento.
Vivíamos en un medio rural donde trabajaba mi padre, más precisamente en una estancia ganadera.

Durante esos años mis padres me llevaban a la ciudad de Montevideo para ser tratado por los mejores médicos.

El dueño de esta estancia donde vivíamos solía viajar a distintos países. En uno de esos viajes va a Italia, donde visita al Padre Pio y comienza a hablarle de mi enfermedad con el afán de que éste mediante la oración intercediera por mí, pero antes de que terminara de contarle sobre mi estado de salud, el Padre Pio le dice que estuviera tranquilo que el niño se iba a curar.

Cuando el dueño de esta estancia regresó y se reunió con mi padre para hablar de temas de trabajo, le comentó acerca de la visita al Padre Pio y la afirmación que éste había hecho.

En mi casa este relato fue muy bien recibido, era una reafirmación más de la fe que ya teníamos en la posibilidad de la cura de mi enfermedad, que hasta el momento llevaba años de tratamientos paliativos con regímenes de comidas estrictos, punciones para quitar líquidos entre otros tantos.

Un tiempo después, tal vez un año o año y medio en unos de los tantos estudios que me hacían los médicos, descubren el motivo que provocaba mi enfermedad y a través de una delicada intervención quirúrgica al corazón quedó definitivamente curado.

Hoy tengo 68 años y llevo una vida maravillosa.