Por la presente quiero dar testimonio público de una gracia muy grande alcanzada por la intercesión del
Siervo de Dios el Padre Pío de Pietrelcina.
Al finalizar el curso de 6º año escolar, mi nietita fue de excursión con sus compañeros a Punta del Este.
Ya de regreso la maestra nos dijo que Gabriela se había sentido mal, había vomitado y que le dolía aún el
vientre. En efecto la niña se quejaba de dolores abdominales y acusaba algunos quintos de fiebre.
De inmediato sus padres la llevaron al hospital, pensando se tratase de apendicitis. Pero no era así. De los análisis resultó que tenía una infección urinaria y la ecografía indicaba que dicha infección le había
afectado el riñón izquierdo. Pasada al urólogo, éste le ordenó varias placas que arrojaron como resultado
que la vejiga no tenía casi reflejos y que el otro riñón se estaba enfermando.
De ahí en más continuaron a efectuarle varios análisis y finalmente se decidió operarla de la vejiga
–operación muy delicada-.
Después habrían tratado de salvarle el riñón que le quedaba.
Ante la gravedad del caso yo comencé a orarle al venerado Padre Pío pidiéndole que se apiadara de mi
nietita Gabriela y que nos alcanzara del Señor la gracia de la curación.
La operación debía tener lugar el 8 de enero de 1993; cuando el lunes 21 de diciembre los padres de
Gabriela fueron al especialista a llevarle los análisis éste les dijo: “¡esto es un milagro!
El riñón derecho que estaba tan dilatado ahora ha vuelto a su tamaño normal y la vejiga acusa algunos reflejos, por lo que no tenemos necesidad de operar.” Se limitó pues a recetarle un medicamento.
Gabriela ha ido mejorando y ahora se encuentra bien.
Esta gracia tan grande se la debemos al querido Padre Pío y por tanto le damos gracias y nos comprometemos a rezar siempre por su pronta glorificación.
Muy agradecida,
María C. Machín de Bruno Canelones, 15.01.93