Corría el año 1961, y en mi hogar se iban acumulando dificultades sin fin. Un sacerdote amigo, gran
admirador del P. Pío le escribió contándole nuestras dificultades. Al cabo de algún tiempo llegó una
respuesta del Superior del Convento.
Entre otros problemas se trataba de la vivienda. Queríamos comprar un apartamento, pero nos era muy difícil. El gobierno departamental llamó a interesados en viviendas. Las visitamos y a mí me gustaba en particular una de ellas, pues era muy cómoda y sobre todo por la zona.
Gracias a Dios el sorteo nos favoreció, no obstante el gran número de interesados. Sin embargo, nonos tocó en suerte el piso que yo deseaba, sino otro en una zona opuesta de la ciudad.
Sin embargo, cuando nos llamaron para entregárnoslo, cuál no fue mi sorpresa al ver que me daban justamente el que me gustaba a mí. Lo fui pagando en cómodas cuotas y a los quince años fui al escribano público para hacer la escritura.
Este nos informó que había habido un error, pues no era éste el piso que nos había tocado sino el otro. De todos modos, ya no había peligro de que me lo cambiaran.
Yo atribuyo todo esto a la intercesión y constante protección del venerado Padre Pío, por lo que agradezco infinitamente a él y al Señor.
Otra gracia que he alcanzado de su intercesión se refiere a mi salud. El 1986 tuve un derrame cerebral y estuve al borde de la muerte.
Mi hijo menor me encomendó fervorosamente al P. Pío y me colocó una reliquia bajo la almohada. No obstante la gravedad, me fui recuperando lentamente y hoy estoy perfectamente, ante la admiración de los médicos que me trataron.
Por todo esto doy gracias a Dios nuestro Señor y hago fervientes votos para la pronta beatificación del venerado Siervo de Dios el Padre Pío de Pietrelcina.
En fe,
Carmen Millot Mercedes (Soriano) Junio 2 de 1989