Deseo poner de manifiesto una gracia muy especial que hemos alcanzado de Dios nuestro Señor pro la
intercesión del venerado Padre Pío de Pietrelcina.
En Julio de 1975 mi esposo, Carlos Olmos, inició sus consultas médicas en la vecina ciudad de Salto, por
una dolencia en la garganta.
Posteriormente fue derivado a la ciudad de Montevideo, donde en el Hospital
de Clínicas se le hicieron toda clase de estudios y un afamado profesor en la especialidad de
otorrinolaringología diagnosticó “cáncer”.
Fue operado en dicho Hospital; se le extirpó una cuerda vocal y mitad de la laringe.
Luego de un postoperatorio muy difícil, salió del Hospital casi sin voz pero con la tráquea cerrada.
Desde ese entonces comenzamos nuestro largo peregrinar de controles; durante un año viajamos a
Montevideo una vez al mes; al año siguiente, una vez cada tres meses.
Durante toda la enfermedad y después de la operación recurrimos siembre con gran fe a la intercesión
del venerado Padre Pío de Pietrelcina, seguros de que nos habría alcanzado finalmente la gracia de la
salud. En ningún momento dudamos de su ayuda. Y no nos defraudó.
¡Oh, bendición de Dios! En el pasado mes de marzo, cuando acudimos a otro control de rutina, el
profesor nos dijo que el problema de cáncer se había superado plenamente, que la lesión estaba curada,
y que, si lo deseaba, podía ir dentro de un año a visitarlo.
Pueden imaginar cómo nos sentimos ante esta gran noticia, cuánta es nuestra gratitud hacia Dios nuestro Señor y hacia el venerado Padre Pío que nos ha alcanzado la gracia tan ansiada.
Mi esposo actualmente está totalmente repuesto y hace vida normal, ha retomado su actividad, y, aunque
no puede realizar grandes esfuerzos, ha vuelto a ser el de antes.
Por todo esto deseamos hacer pública nuestra inmensa gratitud hacia el Siervo de Dios, el Padre Pío, y
continuamos a rezar diariamente por su glorificación.
En fe,
Teresita Monzón Iniñiz de Olmos Bella Unión, 16, 4.86