En 1995 perdí un embarazo y el médico no pudo decirme la causa debido a que el examen de la placenta, el más importante, se había extraviado.
En abril una amiga me invita a una misa que organiza el grupo de oración del Padre Pío, misa que no olvidaré nunca.
En diciembre quedo embarazada y en marzo comienzan a presentarse graves problemas con los consiguientes internamientos en el sanatorio.
El Padre Pío puso en mi camino un médico, Grezzi, que me atendió muy bien y con quien yo me sentía segura por lo que elevamos cartas para que él pudiera
atenderme aunque no estuviera de guardia en el momento del parto, posibilidad que los directivos nos negaron. Todo por la burocracia que hay en mi país.
Yo seguía rezando y pidiendo al Padre Pío que mi hijo naciera sano y bien.
El viernes 6 de setiembre de 1996, comienzan los dolores, mi esposo llama a Grezzi y éste le dice que me interne. A la mitad del trabajo llegó mi médico y contra toda previsión, la doctora que estaba atendiendo le cedió su lugar.
Ese día nació Santiago, de 3,400 Kg, completamente sano.
Quiero agradecerle al Padre Pío por haber cuidado a mi hijo durante esos largos nueve meses, porque ha nacido con parto normal y por haber puesto en mi camino a ese médico que, a pesar de todo, haya podido estar presente en el parto.
Santiago, que pronto cumplirá cuatro años, habla del Padre Pío como de un integrante más de la familia.
Ma. Del Carmen Aguiar – Montevideo.