Queremos dar testimonio de una de las tantas gracias que el Padre Pío nos concedió.
Encontraron en las cercanías de la maternidad una bebita de apenas 970 gramos en un estado muy delicado. Ethel, al recibirla, le dio el agua del socorro, dadas las pocas posibilidades de vida que tenía. La acompañaban día y noche los cuidados intensivos de todo el staff médico, bajo la amorosa mirada del Padre Pío y de la Madre celeste.
La enfermera Cecilia y la pequeña Milagros se conectaban por medio de un amor tan grande como el existente entre madre e hija. Así iniciaron juntas un largo camino de trámites burocráticos y todos los días aparecían escollos insuperables para la adopción.
Apoyábamos incansablemente a Cecilia con nuestra oración y llegó el fallo final, en donde la justicia daría la respuesta definitiva. Ethel fue la encargada de entregar a la jueza las manos con la reliquia del Padre Pío. Ellas serían las encargadas de guiar las suyas y, como para el Señor nada es imposible, a través del Padre Pío, instrumento y abogado en el Cielo, se logró la adopción.
Cristina Prego y Ethel Etchart