De mi consideración:
Primero que nada deseo felicitarlos por la calidad y el contenido de la revista “La Voz del P. Pío” el aviso que encontré en su primera página me ha abierto las puertas para poder entregarle mis vivencias con el P. Pío (que fueron muchas) mías y de mi familia, cosa q antes de partir a la casa del Padre siempre quise poner de manifiesto a quien corresponda en S. Giovanni Rotondo.
Primero me voy a presentar, soy Margarita Damiani, tengo en la actualidad 83 años de edad y le escribo desde Montevideo, Uruguay, donde resido.
Tuve la gran dicha de conocer personalmente al P. Pío y visitarlo asiduamente con mi familia.
Fernando Damiani, mi tío y padrino, era sacerdote del clero. Fue cura párroco de la Pquia. de Santa Lucía. Fue siempre un sacerdote de consejo por lo cual muchas personas lo visitaban.
Más adelante Fernando llega a ser un personaje dentro de la Iglesia Uruguaya, fue Monseñor Vicario General de la Diócesis de Salto, estaba también muy vinculado al Vaticano pero nunca quiso ser obispo, aunque en varias oportunidades quisieron darle esa investidura; sus restos están en la Catedral de Salto.
En 1921 estando en Roma llegó a sus oídos las gracias que Dios realizaba por intermedio de un fraile capuchino en San Giovanni Rotondo.
Él tenía una dolencia por la que había sido desahuciado por los médicos, cuando llegó al convento después de haber conocido al P. Pío éste lo bendijo y solo le dijo: “Ahora ve que te vean los médicos” Estaba curado.
Después de unos años mi tío volvió al convento de San Giovanni y estando allí estuvo muy enfermo, buscaron al P. Pío y éste no aparecía por ningún lado. Cuando ya se sintió aliviado el P. Pío apareció, entonces Monseñor Damiani le dijo: “Ay! padre casi me muero y usted no estaba conmigo” a lo que el P. Pío contestó “No, todavía no te había llegado el momento de partir, cuando esto suceda yo voy a estar contigo y vas a estar muy bien asistido.” Estas sus palabras se cumplieron muchos años después de la siguiente forma, aunque creo que este episodio ya Ud. lo debe conocer porque fue muy publicitado por ser un fenómeno de bilocación muy importante.
En Salto, uno de los departamentos de Uruguay, en el año 1941 se realizaba un congreso vocacional. Estaban allí concentrados sacerdotes y obispos de todo el Uruguay en el Palacio Episcopal donde vivía Monseñor Damiani.
Una de esas noches Mons. Barbieri (que fue después arzobispo de Montevideo y primer Cardenal del Uruguay) escuchó unos golpes en su puerta y una voz que le dijo: “Monseñor vaya a asistir a Monseñor Damiani que se muere.” Corrió hacia el dormitorio de mi tío donde vio entrar la figura de un fraile capuchino. Monseñor Damiani se encontraba en su cama, perfectamente arreglada, estaba agonizando y en su escritorio había un papelito que decía “P Pío San Giovanni Rotondo: espasmos continuos del corazón me amilanan”. (Mi tío siempre nos decía que él se comunicaba con el P. Pío por el ángel de la guarda) Le dieron la santa unción 8 sacerdotes y los 3 obispos que estaban en ese evento y falleció. El P. Pío cumplía su promesa “Yo estaré contigo y vas a estar muy bien asistido”
Le llamó la atención a Monseñor Barnbieri que en ese lugar no había ningún capuchino y en esa época la orden Franciscana no estaba aún en Salto.
Después de muchos años Mons. Barbieri viajó a San Giovanni y quiso asegurarse por boca del mismo P. Pío lo que había ocurrido. Le preguntó:
“Padre, ¿Ud. estuvo en Uruguay cuando falleció Monseñor Damiani? Porque tengo entendido que usted nunca salió de San Giovanni” El P. Pío primero guardó silencio pero ante la insistencia del Cardenal lo palmeó en el hombro y le dijo “Tú y yo lo sabemos”.
Se imagina lo que fue este episodio confirmado por el mismo P. Pío.
Mi Padre, Víctor Damiani, barítono de amplia trayectoria en teatros europeos fue llevado desde muy joven a San Giovanni.
Contaba que la primera vez que quiso confesarse con el P. Pío y cuál no sería su sorpresa que sin él abrir la boca, el Padre le dijo toda su vida. El Padre era muy vidente, nada se podía ocultar frente a él.
Siempre paraba en el mismo Convento de San Giovanni, cosa que también fue un privilegio, ya que pudo observar bien de adentro lo que allí pasaba.
En uno de los viajes pasó en una ocasión frente a su celda y vio pañuelos manchados de sangre, entonces sigilosamente entró y sacó uno, pensando en tenerlo de reliquia. Al decirle a su hermano Fernando lo que había hecho, éste le dio un buen rezongo y le pidió que se lo mostrara, cuál no sería su sorpresa cuando desenvolvió el paquete y no se encontraba pañuelo alguno.
A los 2 años volvió, entonces el Padre Pío en cuanto lo vio le dijo: “Víctor, las cosas no se sacan, se piden” y le dio un pañuelo de los que él usaba, que es la reliquia que tengo de papá en la actualidad.
En otra visita, que nunca faltaba en sus viajes a Italia la ida a San Giovanni, casi cuando estaba por partir el Padre le dijo:
“No, tú no te vas” “padre, no tengo más remedio que irme, tengo un contrato firmado que tengo que cumplir” “No, le dijo el padre, quédate aquí con nosotros” Entonces papá, que confiaba totalmente en él le dijo: “Bueno padre si UD. me lo pide me quedo” En esos día estalló la guerra y fue cancelado el contrato.
Otra cosa que hacía siempre papá en el convento era cantarle alguna canción a la Virgen, se iban los dos solos al coro alto y allí el Padre hincado escuchaba con gran deleite. Como también aprovechaba para dar algún concierto para beneficio de las obras del hospital “Sollievo Della Soferenza” que esos años comenzaba su construcción. Yo tengo muy gratos recuerdos de esos momentos, ver al P. Pío sentado en primera fila con gran felicidad, pienso que esas horas fueron las pocas de expansión que tuvo en su sacrificada vida.
Un día estando allí y teniendo que cantar, papá no se sentía bien, tenía un fuerte dolor de cabeza, buscaron al Padre por todas partes y no lo pudieron encontrar, ya casi en el momento de empezar, aparece el Padre con su andar lento, propio de él por las llagas de los pies, cuando lo vio lo inundó un perfume a flores (cosa que a papá le pasó muchas veces en su vida como afirmación de la presencia del Padre) y se le pasó al momento el dolor de cabeza. Se lo comentó y él le contestó “Si ahora el dolor de cabeza me vino a mi”.
También llegó a ver la celda del P. Pío con las paredes sucias como de una tinta negra, de las luchas que él tenía con los demonios, hasta pudo observarlo en el comedor y ver lo poquito que se alimentaba, se decía que su alimento era solo con la Eucaristía.
Aquí voy a intercalar unos párrafos del libro llamado “Padre Pío el estigmatizado” de Francisco Napolitano.
“…Tenía debilidad por los cantantes famosos. De sus ojos y por la atención con escuchaba parecía que gozase de un pedazo de Paraíso. Después de su última función vespertina en la iglesia, en un instante se sacó la estola y sin escuchar a ninguno, si bien la sacristía estuviese lleno de hombres para confesar, corrió al coro porque allí estaba el famoso barítono Víctor Damiani que había venido de Montevideo por él y debía cantar “Ave Dolente” del Padre Ludovico de San Marcos en Lamis”.
Para confirmar el cariño que el P. Pío tuvo por papá transcribo una carta que le escribiera en los primeros tiempos de su amistad.
“Mi querido Víctor: recordado siempre con mucho placer, te agradezco tus cantos preciosos, en nombre del dulce Jesús. Gracias, gracias infinitas te doy, tú con tu señora están siempre presentes en mis oraciones. Siempre le rezo a Él para que te socorra y te de suerte. Fernando (el hermano) ha estado aquí por algunos días y en la conversación hablamos siempre del querido Víctor. Oh, que felices hubiéramos sido si te hubiéramos tenido en medio de nosotros algunos días, pero la felicidad no les es concedida a los míseros mortales mientras vivamos en el exilio. Nos volveremos a ver cuando Jesús quiera, esperemos que sea pronto. Saludos a tu señora. El Padre Guardián retribuye tus saludos y te hace saber que la celda está siempre abierta para ti. Te abraza con fraterno afecto y te bendigo con el corazón. Padre Pío.”
El domingo 28 de enero de 1962 a la edad de 68 años papá realizaba un concierto en un teatro al aire libre en Cerro Colorado que había mandado hacer su amigo Alberto Gallinal para la gente de dicho lugar.
Ese día se levantó y se fue a confesar y comulgar en la misa dominical, que nunca faltaba, después salió con todos los discípulos a realizar el concierto. Cerraría el acto cantando la romanza de Andrea Chenier “Nemico de la Patria”
El final de la romanza dice “En un solo abrazo a todo el mundo amar” Agradeció al pianista y cayó muerto, gran final de su vida y de su arte.
Al mes de fallecido, mamá escribió al Padre Pío por intermedio de María Pyle para comunicarle la noticia. Enseguida recibimos la consoladora contestación:
“El Padre dice que sintió un golpe en su corazón de sentir que su amado amigo hubiera muerto y en sentir sus palabras que ya estaba en el cielo alabando a su Dios. El Padre dice que él reza por ustedes y que deben sentir conformidad en pensar que aquella alma bella está delante de la mirada de Dios.”
Puedo asegurarle que mi padre con el P. Pío tuvieron una amistad de todos los momentos de la vida. El P. Pío le prometió que lo acompañaría siempre y así lo hizo, ésto se veía porque papá siempre nos decía que lo envolvía un perfume de rosas, en el teatro, en los viajes, en su casa, etc.
Muchas cosas tendría para contarle, pero no quiero abusar de su tiempo.
Si le interesa saber más de la amistad de mi familia con el P. Pío le puedo seguir dando datos y vivencias para nosotros de mucho valor.
Lo saluda atentamente
Margarita Damiani Silveira