Oración del 8/8
Yo no soy como me hizo el Señor, pues siento que me tendria que costar más esfuerzo un acto de soberbia que un acto de humildad.
Porque la humildad es la verdad y la verdad es que yo no soy nada, que todo lo que de bueno hay en mí es de Dios. Y con frecuencia echamos a perder incluso lo bueno puesto por Dios en nosotros.
Cuando veo que la gente me pide alguna cosa, no pienso en lo que puedo dar sino en lo que no sé dar; por lo que tantas almas quedan sedientas por no haber sabido yo darles el don de Dios.
El pensamiento de que cada mañana Jesús se injerta a sí mismo en nosotros que nos invade por completo, que nos da todo, tendría que suscitar en nosotros la rama o la flor de la humildad.
Por el contrario, el diablo que no puede injertar en nosotros tan profundamente como Jesús, hace germinar con rapidez los tallos de la soberbia. Esto no es ningún honor para nosotros. Por eso tenemos que luchar denodadamente para elevarnos.
Es verdad: no llegaremos nunca a la cumbre sin un encuentro con Dios. Para encontrarnos, nosotros tenemos que subir y El tiene que bajar. Pero cuando nosotros ya no podamos más, al detenemos, humillémonos, y en este acto de humildad nos en contaremos con Dios que desciende al corazón humilde.
Tomadas del libro "Buenos días", preparado por el Padre Gerardo Flumeri y traducido del italiano por el Padre Elías Cabodevilla. Edición "Padre Pío Pietrelcina" Convento S. María delle Grazie.