Mi querido Víctor.

Recordado siempre con mucho placer, te agradezco tus cantos preciosos, en nombre de dulce Jesús. Gracias, gracias infinitas te doy, tú con tu señora están siempre presentes en mis oraciones. Siempre le rezo a Él para que te socorra y te de suerte.

Fernando ha estado aquí por unos días y en la conversación hablamos seguido del querido Víctor.

Oh, qué felices hubiéramos sido si te hubiéramos tenido en medio de nosotros algunos días, pero la felicidad no les es concedida a los míseros mortales mientras vivamos en el exilio.

Nos volveremos a ver cuando Jesús quiera, esperemos que sea pronto.

Saludos a tu señora.

El Padre Guardián retribuye tus saludos y te hace saber que la celda está siempre abierta para ti. Te abraza con fraterno afecto y te bendigo con el corazón.

Padre Pío.