La que suscribe debe agradecer, por la gracia divina, que el Padre Pío le haya salvado la vida.
Hace dos años, padeciendo una anemia perniciosa y un corazón destrozado sobre todo el ventrículo izquierdo, me debía operar de prótesis de cadera, que no sólo me tenía medio postrada sufriendo grandes dolores, sino que al no operarme me inmovilizaría aún más. Después de ver y tratarme variaos médicos, ninguno quería operarme pues peligraba mi vida.
Me encomendé al Padre Pío y conseguí un médico traumatólogo, que se decidió a operarme.
Con la gracia divina (Dios oyó el mensaje del Padre Pío) salí de la operación con vida, lo cual asombró a
médicos que me trataban; camino sin dolores y a pesar de mis dolencias cardíacas, puedo
desenvolverme con bastante seguridad a pesar de mis 84 años de edad.
Hoy ruego al Señor por la glorificación del Padre Pío: ¡que así sea!
María Carmen Felice de Fonticielia – Montevideo